En paradero desconocido. Propietarios de pequeñas constructoras desaparecen dejando en la estacada a decenas de proveedores y trabajadores. Se los traga la tierra: nadie coge el teléfono y la oficina está cerrada a cal y canto. Algunos escurren el bulto, se van un tiempo y lo dejan todo en manos de sus abogados. Otros se fugan para olvidarse de sus obligaciones. El maremoto de la crisis arrastra hacia la superficie comportamientos, cuando menos, poco éticos. Pero parte de esta mancha de aceite se debe también al instinto de supervivencia de empresarios en situación límite, en ocasiones sin el liderazgo necesario para llevar a la empresa hacia un cierre ordenado.
Fecha:
12/04/2009
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