Pagas como mucho un depósito de 6.000 o 12.000 euros por la casa. Sin bancos de por medio. Luego abonas una cuota de 300 a 700 euros mensuales, como un alquiler pero más barato y que te da derecho a usar la casa como quieras sin límite en el tiempo. No puedes venderla ni alquilarla, pero sí darla en herencia. Si te cansas, si te quieres ir, te vas; no hay hipoteca que te persiga. Dejas de pagar la cuota y, además, se te devuelve el depósito con la subida del IPC incluída.
No es ninguna ocurrencia trasnochada; es el proyecto de Sostre Cívic, una organización que lleva más de 5 años trabajando por encontrar un nuevo modelo de acceso a la vivienda que no dependa de la especulación y el abuso de inmobilarias, bancos y mercados. El modelo de Sotre Cívic no solo suena bien sino que ha pasado todos los filtros de rigor empresarial de Ashoka, una red internacional de filantropía que financia ideas de economía social con criterios muy exigentes.
El modelo tiene precedentes en Dinamarca o Alemania y nombre propio: cooperativa de uso. Eso significa trascender las cooperativas que se organizan solo para constuir y mantener la autogestión también durante el tiempo en que se vive en el edificio. Es una figura que no encaja bien en la mayoría de las leyes de vivienda que existen en España, con lo que Raül Robert, responsable de Sostre Cívic, se ha pasado los últimos cuatro años no construyendo y gestionando viviendas – como le habría gustado – sino “convenciendo a los técnicos de los Ayuntamientos y a los políticos de que esto tiene sentido, haciendo alegaciones a la actual ley de vivienda de Catalunya y promoviendo cambios en las normativas”. Su trabajo de pedagogía política dio frutos en marzo de 2010, cuando las leyes cambiaron para dar sitio al “derecho de uso” como fórmula que no es usufructo ni alquiler.