Las entidades financieras españolas van a recordar la segunda mitad de 2008 como un periodo maldito. La morosidad se disparó a partir de junio y al cierre de octubre tenían apuntados ya 54.177 millones de euros en créditos sin pagar. Eso supone una tasa de morosidad del 2,912%, una cifra a la que no habían tenido que hacer frente desde 1997.
Los culpables de los incrementos han sido principalmente tres segmentos: hogares, inmobiliarias y empresas constructoras. La industria y los servicios pagan cada vez con más dificultad pero mantienen tasas de morosidad moderadas en comparación.